Profes

En el Instituto a los profesores nos llaman profes:

Profe, ¿has corregido ya los ejercicios?

Oye profe, ¿puedes adelantar la clase que ha faltado el profe de inglés?

El primer día de clase, cuando me presento a mis alumnos siempre les digo:

Me llamo Víctor y no me llamo profe. Es la regla número uno.

Si alguien me llama profe, le llamo alumno y no le hago caso.Regla número dos.

Me preocupa aceptar que me llamen profe, sin más, por lo que supone de despersonalización. Hago el esfuerzo de aprenderme los nombres de mis alumnos y quiero que ellos me llamen por el mío. Es un indicador del clima de aula y de las relaciones entre los alumnos y sus profesores. No es una cuestión menor.

Hace años que vengo notando en los Institutos de Secundaria la progresiva despersonalización de la actividad docente en algunas aulas. En estas aulas, los alumnos no conocen el nombre de sus profesores, no tienen el más mínimo elemento motivador en las paredes o corchos, no hay referencia alguna a sus trabajos o al tema que están trabajando en clase y tampoco encontramos el horarios semanal o las normas. Las aulas, apenas tienen esas sillas y mesas verdes de hace 25 años, con una pizarra y el borrador. Las tizas se cogen cada día, junto con el parte, para que no se gasten y los alumnos puedan pintar entre clase y clase. Pasadas unas semanas del principio de curso, ni siquiera el cartel anunciando el curso queda en la puerta.

En ese espacio frío, impersonal, homogéneo y, en muchas ocasiones, sucio y desvencijado, damos clase de cualquier cosa. Damos clase y nos vamos, como los alumnos.

No parecemos caer en la cuenta de la importancia de crear un espacio de aprendizaje agradable y personal, que permita la vinculación de alumnos y profesores con el centro, nuestro centro. Sin ese sentimiento de pertenencia mal vamos a conseguir el mejor ambiente para aprender y enseñar.

Las Escuelas Infantiles y los Colegios de Primaria suelen tener en las clases desde una biblioteca de aula, hasta plantas, pasando por animales, corchos, espacios diferenciados para trabajo individual y en grupo, ordenadores y hasta una alfombra. En Secundaria somos más serios, por favor, mesas, libros de texto y el cuaderno.

Sacad el libro y el cuaderno.

Vale, profe.

Tampoco tenemos taquillas en los pasillos para que los chavales puedan tener un espacio personal y no cargar con tantas cosas de casa al IES y del IES a casa. Nuestros centros son tan impersonales y fríos que es difícil cogerles cariño. Si acaso a profesores concretos, pero no al centro. Cierto que es cada profesor el que genera un clima determinado en las aulas, pero sin espacios agradables difícilmente podemos educar también en el respeto hacia lo que es de todos. Eso sí, quien rompa algo lo paga. Las normas son las normas.

Mi abuela decía que «por mal camino no se llega a buen pueblo». Sabiduría de abuelos.

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3 comentarios en «Profes»

  1. He descubierto tu blog por tu comentario en el mío. No sabes lo que comparto las cosas que en este post dices. Es muy tarde y estoy muy cansada para contestar como se merece tu post, de momento sólo decirte que eso que les dices de si me llamáis profe os llamo alumno lo he hecho yo muchos años. Al final, acabas cediendo porque si no… ahora me dicen maestra porque aunque soy de Filosofía he elegido Diversificación y doy a alumn@s más pequeñ@s. Pero es verdad, en los institutos hay más problemas porque no hacemos que sientan los centros como suyos. Seguiremos con el debate, un saludo, Montse.

  2. Me he sentido muy identificada: tanto, que me parece oirme a mí misma el viernes cuando le espeté a un alumno: ¿cuántos profesores tienes? y me respondió: muchos. ¿150? le pregunté yo. No, menos. La eterna discusión. Mi aula es un lugar agradable y personalizado: está llena de instrumentos, dibujos, carteles… nada deja lugar a dudas de que es el aula de música, no creo que sea ese el problema. Desde hace unos años, también me llaman profe… o maestra: no porque sean más pequeños (yo no he cambiado de niveles en muchos años), sino porque la sociedad ha cambiado, y nuestros alumnos con ella. No creo tampoco que en los colegios las cosas sean distintas: observo con horror que mis hijos también llaman profe a sus maestros… Ha cambiado el concepto que tienen de nosotros: ya no somos temidos como lo era la mayoría de mis profesores cuando yo estudiaba, ni tampoco somos «colegas» como tantos compañeros jóvenes que creían poder cambiar las cosas cuando empezó la LOGSE… simplemente somos anónimos e irrelevantes en su vida. Alguien que les aburre entre partida y partida de la play y borrachera y borrachera de fin de semana. Sé que es una generalización y que todos no son así, pero no logro acostumbrarme a que me llamen profesora y a que me despojen por esa absurda comodidad de una de mis escasas posesiones: mi identidad.

  3. Os contesto a las dos: perdemos influencia porque nuestros actos y la relación profesor-alumno cada vez tiene menos significado para ellos. Creo que estamos perdiendo calidad y calidez y, por otra parte, es difícil competir con los estímulos de una sociedad que impone los valores del consumo inmediato y la satisfacción instantánea. Pero, con todo, algo falla en la relación profesor-alumno cuando llegamos a ser «profes» despojados de nuestra condición de persona y ellos son «alumnos» despojados de su condición de adolescentes, de ilusiones, contradicciones, dudas… Nos viven como algo que tiene que pasar en sus vidas, no sé si con más pena que gloria.
    Pero precisamente por eso, no podemos renunciar a unos mínimos. Nada puede esconder lo más profundo de la relación entre el profesor y el alumno: una relación entre dos personas, un adulto responsable y un aprendiz inseguro.
    Los contenidos vendrán después.

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