Día Internacional de la Discapacidad

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La ONU declaró en 1992 el 3 de diciembre como el Día Mundial de la Discapacidad. Esto de poner días internacionales de cualquier cosa es muy interesante y, no sé hasta que punto, práctico. Por un día, nos dicen, la sociedad se conciencia sobre la problemática de la violencia de género, el SIDA, la discapacidad, los refugiados, la paz y así hasta casi el infinito, la temática es variada y, además, justificada. Al menos, por un día, el asunto en cuestión está en el «candelabro» (como dice un buen amigo mío): sale en las noticias de radios, televisiones y prensa, acompañado de ilustres declaraciones instando a que todos nos comprometamos en pro de la noble causa en cuestión. El día puede estar acompañado de lazos de colores u otros símbolos externos que identifican la solidaridad con la causa de quienes lo llevan. ¡Todo perfecto!

El problema suele venir al día siguiente, y al otro, y el resto de los días del año, que mira que se hace largo para quienes padecen discapacidad. En España hay 3,5 millones de personas con discapacidad y disfrutan de una situación que podríamos llamar, cuanto menos, curiosa. Tenemos unas leyes que proporcionan los máximos derechos para las personas con discapacidad equiparándolos al del resto de ciudadanos aunque éstas se cumplan en un porcentaje más bien escaso. Tenemos leyes que incentivan a las empresas que contraten a personas con discapacidad; tenemos contratos especiales para estas personas; tenemos leyes que instan a que no haya barreras arquitectónicas en edificios públicos o en las vías públicas; tenemos leyes que consagran la integración de personas con discapacidad en el sistema educativo y hasta la afamada Ley de Dependencia que consagra la asistencia del Estado a las personas con discapacidad y sus familias, en función del grado de dependencia de aquellas. Si será por leyes, a eso no nos gana nadie.

Ahora bien, fuera de días internacionales y leyes, la realidad, la cruda realidad es tozuda. Hay avances, pero son insuficientes. Las calles de mi barrio están llenas de bordillos imposibles para personas que usen silla de ruedas. Por su puesto, los autobuses no están preparados (excepto un pequeño porcentaje de los mismos) para personas con movilidad reducida, qué decir del tren de Cercanías o del Metro. Tenemos zonas de estacionamiento reservado a minusválidos (me niego a usar una palabra ofensiva) personas de movilidad reducida que frecuentemente está ocupada por conductores sin escrúpulos y sin conciencia. De los edificios públicos prefiero no hablar: bordillos, peldaños y escaleras campan por sus respetos. Si quieres ir al cine, te ofrecen la «fila cero» a un metro de la pantalla para que no subas escaleras, ¡¡qué amables!! porque estos espacios de ocio no están pensados para esas personas de las que hoy toca acordarse.

A las personas sordas o ciegas las cosas no les a mucho mejor, aunque hay avances. Por fin se ha reconocido la Lengua de Signos como una lengua oficial del Estado aunque los intérpretes brillen por su ausencia. El calvario de las personas sordas cuando tienen que hacer trámites cotidianos, como ir al médico, al banco, al taller o al supermercado… luego dicen que se aíslan, ¿se aíslan o los aislamos?

¿Y si hablamos de la discapacidad intelectual ? ¿Y las personas con varias discapacidades? Podríamos seguir hablando de la problemática de un colectivo inmenso y sus familias, personas que TIENEN LOS MISMOS DERECHOS que los demás, que no necesitan lástima ni tampoco beneficencia, sino JUSTICIA, que narices, que para eso estamos en un Estado Social Democrático y de Derecho. Y en esto sí que envidio a los países del Norte de Europa, justamente donde nació el movimiento reivindicativo de los derechos de las personas con discapacidad, que viven al margen de las perniciosas influencias morales que corren por los países del Sur. ¡Todavía nos queda un largo trecho hasta conseguir la igualdad!

Acabo con una historia personal. Hace dos años accedía a una plaza de profesor asociado en la Universidad Autónoma de Madrid, en concreto en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación, Departamento de Didáctica y Organización Escolar. Cuando llegué al despacho que me asignaron en un tercer piso sin ascensor yo comenté que soy una persona con movilidad reducida que no puede subir ni bajar escaleras. El jefe de departamento, muy amable, me ofreció la solución de «tener dos becarios a mi disposición que me subieran a la silla la reina como a los alumnos con discapacidad» a lo que un servidor añadió que no, que uno tiene su dignidad y que si para ir al wc situado dos plantas más abajo o a hacer fotocopias, o al bar o a la biblioteca necesito que me lleven, mejor que no¿pero no hay una ley que obliga a suprimir las barreras de los edificios oficiales? Sí pero aquí hay que respetar la arquitectura del edificio. Pues vale, pues yo no subo escaleras, no firmo el contrato. Finalmente me ubicaron en la Facultad de Económicas con tal mala suerte que tuve un accidente antes de comenzar mis clases y, habiendo firmado ya mi contrato, aprovecharon el tiempo que estuve convaleciente para anular mi plaza y convocarla de nuevo. Un problema menos.

Imagen FlickrCC

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Un comentario en «Día Internacional de la Discapacidad»

  1. Buenas, primeramente enhorabuena por el servicio educativo que ofrece su web. Les remito la noticia sobre el I CICLO CINE Y EDUCACIÓN organizado por el CPR de Badajoz. Les enlazo el blog del Ciclo por si deseas comentarlo en su web.

    El Ciclo de Cine y Educación tiene una doble dimensión. Por un lado visionaremos 7 películas (la primera sobre la discapacidad) durante el curso, y paralelamente participaremos desde el blog en un debate entre los asistentes con opiniones, sugerencias, experiencias desde el aula, webs interesantes, aportaciones didácticas que aborden el uso del cine en las aulas.

    Espero que les guste y que si lo deseen entren en el blog y dejen sus aportaciones. Dispondremos de un Foro interno desde el que animaremos el debate.

    Gracias y lo dicho: enhorabuena.

    http://edukacine.blogspot.com/

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