Abanderado

Una vez escuché:

No es lo mismo ser el abanderado que el tonto de la bandera

Cuento esto porque en mi trabajo como orientador, supuestamente, debería abanderar los procesos de cambio e innovación en mi centro educativo. Esto dicen, el menos, los manuales de asesoramiento psicopedagógico y recogen las leyes: los orientadores lideramos procesos de cambio en la Escuela partiendo de las necesidades detectadas, involucrando al profesorado y siendo parte de las dinámicas internas de los centros.

La realidad es otra. Somos asesores que, en la medida en la que nos confieren tal condición, podemos implicarnos en un proceso colectivo de cambio, proceso que debe ser liderado por el Equipo Directivo del centro. Sin esta condición previa, la labor de asesoramiento tiene una eficacia muy limitada, más aún cuando ésta se plantea sobre procesos de trabajo, elementos de la organización del centro o sobre prácticas educativas asentadas en la cultura pedagógica tradicional.

No quiero disertar en exceso sobre el tema pero sí llamar la atención sobre el hecho de que no soy vendedor de crecepelos ni mucho menos mago aunque tenga algo de muggle, como dice mi amiga Lourdes.

Sólo soy asesor… cuando me dejan, no sea que empiece a caminar yo sólo y nadie me siga.

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