El acoso mata, idiotas

La noticia de que un adolescente con discapacidad intelectual y motora se ha suicidado en un instituto del sur de Madrid ha conmocionado a la comunidad educativa. No ha tenido la relevancia mediática que se merece el tema del acoso, quizás por la coincidencia con el final de la campaña electoral, pero el caso es que es un hecho que se repite de forma periódica en España sin que haya por parte de los gobiernos una estrategia común al respecto. Os confieso que estoy tremendamente abatido por la noticia, como lo están en el propio instituto. La víctima era una adolescente con discapacidad y evidentemente, algo ha fallado cuando llegamos a este desenlace. No sabremos hasta dónde han pesado las condiciones personales de este adolescente en su decisión, es algo que nunca sabremos, desgraciadamente. No quiero expresar una opinión fundada con información de prensa exclusivamente. No quiero prejuzgar nada. Que la justicia determine las responsabilidades de todos en el caso, si es que las hay, y mientras quiero expresar mis condolencias hacia la familia, mi más sentido pésame, así como a la comunidad educativa del centro. Es un hecho muy grave que espero haga reaccionar de una vez por todas a la Comunidad de Madrid, que exclusivamente se preocupa por el tema del blingüismo y ha abandonado la atención a la diversidad, la convivencia y la tutoría de las prioridades educativas, además de aplicar unos recortes bárbaros en los profesionales de Orientación y, también, a los docentes que en muchas ocasiones no damos toda la importancia que tiene al acoso. Que cada palo aguante su vela.

El acoso entre iguales es un fenómeno consustancial a la infancia y, especialmente, a la adolescencia. Negar su existencia es estéril porque no atiende a clases sociales, tipos de centros o lugares geográficos. El acoso entre iguales tiene lugar en todo el mundo. La cuestión clave es cómo se previene su aparición y cómo se ataja cuando ya ha dado señales de existencia. Repasemos brevemente algunos aspectos importantes.

Es cosa de críos

Muchos docentes y familiares siguen pensando que es normal que los chicos y las chicas se peleen entre ellos. Es inevitable, argumentan, que alguien sea el blanco de las críticas, bromas, insultos… y que los acosados deben aprender a defenderse por sí mismos, como una suerte de preparación para la vida. De esa forma, los acosados tendrían que aprender a generar estrategias personales para defenderse de quienes les acosan, sin más ayuda que la de ellos mismos. Hay actitudes de docentes al respecto muy comunes: negar la trascendencia del acoso, minimizar las consecuencias y culpar a la propia víctima por no tener una respuesta adecuada.

Qué es el acoso entre iguales

Hablamos de acoso entre iguales cuando un grupo de chicos o chicas se meten con otro igual realizando agresiones físicas, verbales, humillaciones en público, desprecios, etc. Hablamos de daño físico, psicológico o verbal. Suele ser más habitual que los chicos tengan algún más componente más físico en las agresiones (puñetazos, collejas, pasillos, zancadillas en el patio…) mientras que en las chicas sea más psicológico (insultos, hacer el vacío, cambiar de conversación cuando se acerca la acosada al grupo… ) aunque las formas de agresión son interminables, incluyendo, desde luego, las que se producen usando Internet, a través de las redes sociales o el WhatsApp. Una de las cuestiones importantes es que las agresiones suelen realizarse en espacios y momentos en los que no hay adultos que puedan mediar o frenarlas, de modo que suelen ser invisibles para nosotros.

El acosador

Para que haya una víctima o acosado, tiene que haber alguien que es acosador y un grupo de personas del entorno de éste que, o bien directamente participan en las agresiones, o bien se mantienen ajenos y pasivos a las mismas a pesar de ser testigos. En ambos casos, existe un denominador común emocional, que es la falta de empatía hacia la víctima, hacia su sufrimiento, presentando un bajo nivel de desarrollo moral en todo caso. El agresor, o agresora, por su parte, tiene una total ausencia de empatía y, además, suele tener un perfil de baja autoestima que trata de suplir sintiéndose mejor al realizar las agresiones. El sentimiento de superioridad que le da meterse con alguien que no es capaz de responder, le refuerza de forma gradual en sus actos agresivos hasta que no haya alguien que frene de raíz esas conductas.

La víctima

La persona que es víctima del acoso es siempre alguien que no es capaz, por sus condiciones personales o por sus habilidades sociales, de enfrentarse a la persona que inicia el acoso. Puede ser alguien diferente al grupo de iguales, tener algún tipo de discapacidad, alguna diferencia en el rendimiento académico, en los intereses personales o sociales, condición sexual… el catálogo es tan diverso como los son los chicos y las chicas acosadas. Lo único en común es que la respuesta frente a la agresión que sufren no es tan contundente como para frenarla, por lo que interiorizan un sentimiento de indefensión aprendida que se acrecienta al no comprender los motivos del acoso. La condición de víctima, por otra parte, aumenta cuando ve que sus compañeros asisten impasibles ante las agresiones que sufre sin sentirse apoyada o defendida. Cuando el acoso se prolonga en el tiempo o éste da el salto a Internet, puede llegar al suicidio mismo, como le ha ocurrido a esta adolescente de Madrid, o le ocurrió a Amanda Todd en Canadá en uno de los casos más famosos por dejar grabado en un vídeo su testimonio.

Los espectadores

No habría acoso sin que las personas que están alrededor de la víctima tuvieran un papel activo en su defensa. Son los amigos del acosador -o incluso de la víctima- quienes con su pasividad, su indiferencia y su falta de respuestas, acrecientan el sufrimiento de la víctima al no encontrar ayuda externa para frenar las agresiones. Tan importante es el papel de los espectadores pasivos en el proceso del acoso, que la ausencia de los mismos, o el cambio de rol de pasivos a activos en la defensa de la víctima, resuelve el acoso. Diríamos que los espectadores que toman parte activa en la ayuda de la víctima, son el colchón emocional y físico que ésta necesita para salir adelante.

Las consecuencias del acoso

Hoy sabemos que el acoso es un tema muy grave. Sus consecuencias se mantienen hasta la edad adulta y dejan más secuelas que el maltrato por parte de adultos. Es tan serio, que las víctimas de este tipo de agresión son más susceptibles de padecer problemas de salud mental al llegar al final de la adolescencia que las personas vejadas por adultos. En especial, de ansiedad, aunque también (aunque aquí la distancia es más reducida) depresión y tendencia a autolesionarse o a tener ideas suicidas, según leemos en El País. Sin manejar investigaciones como el que recoge el periódico, he visto en mis años de orientador esos efectos negativos una y otra vez, teniendo que discutir en más de una ocasión con compañeros por la falta de verosimilitud hacia estos datos. Muchos no se lo creen.

Y los docentes, ¿qué hacemos? Poco, muchas veces

La primera reacción frente al acoso es tomar en serio la gravedad del asunto. Hay que conocer el fenómeno, las implicaciones que tiene y cómo actuar en cuanto nos encontremos ante un caso de acoso. Desgraciadamente, llevo años constatando como muchos alumnos que pasan al instituto arrastran un historial de acoso desde Educación Primaria sin que se hayan tomado medidas efectivas para frenar la situación. Algunas charlas para que dejen de meterse con la víctima, alguna amenaza de sanción, y muchas justificaciones de que siempre ha habido acoso y poco más. «Es que es blandito», «es que tiene que aprender a defenderse» o frases parecidas que hacen que algunos alumnos en 1º de ESO cuenten con un trágico historial de acoso sin resolver. Es en el instituto cuando sale a la luz porque esos compañeros de Primaria siguen siéndolo en el Instituto al proceder del mismo centro. En otras ocasiones, son los centros privados los que no quieren ver manchada su reputación y, directamente, conminan a las familias a salir del centro o culpabilizarlas del problema, evitando tomar cartas en el asunto. Sea como fuere, mi experiencia, no tengo datos oficiales, es que prácticamente el 90% de los casos de acoso en el instituto comienzan antes de que los alumnos lleguen al mismo y, de no actuar, se prolongarían durante los años siguientes.

La Administración no se toma en serio el problema

No existe en España una estrategia global a nivel estatal sobre el acoso y la convivencia. Es una de las carencias del sistema educativo. Directamente, el Ministerio de Educación ha decidido no actuar. Ni existen directrices, ni materiales específicos, ni existe una web dedicada al tema, ni existe un departamento sobre convivencia ni, desde luego, existe formación docente alguna. La convivencia no es una prioridad en la agenda del Ministerio de Educación. De las Comunidades Autónomas no puedo hablar, excepto en Madrid. Cierto que tampoco tenemos ni departamento de convivencia, ni formación docente, aunque sí un protocolo de actuación frente al acoso con unas responsabilidades muy definidas de los docentes, en especial, Director, Jefe de Estudios, Orientador y Tutor. Todo la legislación sobre convivencia en Madrid está en está página. Desde hace años que la convivencia dejó de ser una prioridad justo cuando más aumentan los casos de acoso entre iguales, tanto en los centros como en la Red.

Prevención frente al acoso, el primer paso

La mejor medida frente al acoso es la prevención. La creación de un clima de convivencia positivo a través del Reglamento de Convivencia del centro, a través de la acción tutorial y a través de la puesta en marcha de mecanismos de ayuda entre iguales y, desde luego, de la formación docente, es la mejor estrategia preventiva. Hay muchas experiencias de alumnos ayudantes que posibilitan la mejora de la convivencia en los centros. Alumnos mediadores para la resolución de conflictos, alumnos tutores para los alumnos que llegan nuevos, alumnos mentores para ayudar en problemas académicos, alumnos ayudantes TIC para formar en el tema de privacidad y ciberacoso… la cuestión es generar un clima de convivencia basado en la ayuda mutua y la resolución dialogada de los conflictos. Estos son ejemplos que desarrollamos en mi instituto y constituyen un factor preventivo fundamental en la creación de una cultura de convivencia.

Cuando el acoso aparece: verdad, justicia y reparación

Es un tópico que los alumnos puedan resolver todos los problemas entre ellos. Si bien es verdad que una cultura de convivencia reduce la aparición de casos de acoso, éstos no desaparecen. Es entonces cuando tenemos que actuar verificando los hechos, hablando con todos los actores implicados, sus familias y adoptando las sanciones que sean necesarias. Todo esto de forma inmediata y diligente, con el asesoramiento del Departamento de Orientación. Es tremendamente importante trabajar los aspectos emocionales, conseguir que se pongan en lugar de la víctima y que se le pida perdón. Por otro lado, hay que trabajar en la tutoría estos aspectos y dejar que sea el Director, Jefatura de Estudios y la Comisión de Convivencia quienes impongan la sanción correspondiente en función de la gravedad del acoso. En ningún caso podemos dejar que el acoso quede impune, y que los acosadores, agresor y espectadores, no tengan una sanción acorde con el grado de participación en el mismo. Todo este proceso, además, persigue que la víctima sienta que el centro educativo es un lugar seguro, donde no pasa desapercibido su sufrimiento. Se trata de reparar ese daño emocional y físico, en su caso, sufrido. Si sólamente se actuara en el aspecto punitivo, tampoco sería efectivo ya que no trabajamos los aspectos emocionales y de desarrollo moral que propiciaron en inicio del acoso.

A modo de conclusión

Una familia está destrozada por el suicidio de su hija. Un instituto conmocionado que lleva años reclamando más medios para atender a la diversidad. Una Consejería de Educación que expedienta al Director por no comunicar a Inspección el tema, pero que más allá de la legislación sobre cómo actuar en casos de acoso, no tiene en su agenda la convivencia, la atención a la diversidad o la orientación. En estos tiempos donde sólo importan los resultados académicos, los rankings de pruebas externas y el Inglés, ¿qué pasa con los alumnos y alumnas que sufren acoso por sus compañeros?. ¿Cuántos adolescentes tienen que morir para que la convivencia escolar sea un tema prioritario? Hay que establecer planes de conveniencia en los centros basados en la ayuda entre iguales y la resolución dialogada de conflictos; hay que propiciar la formación docente en convivencia; hay que dotar de recursos a los departamentos de orientación como denuncia COPOE y, finalmente, tiene que existir un compromiso inequívoco en los claustros para hacer de los centros lugares seguros y amables.

Algunos recursos recomendables

Portal de convivencia de la Junta de Andalucía.

No al acoso escolar, asociación.

Publicaciones recomendadas por el Consejo General de la Psicología.

Ciberacoso, en el site de Identidad Digital y Redes Sociales con Menores, de Antonio Omatos y Víctor Cuevas.

Ciberbullying, prevenir y actuar, de José Antonio Luengo.

Proyecto alumnos ayudantes TIC Madrid Sur, coordinado por José Antonio Luengo.

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3 comentarios en «El acoso mata, idiotas»

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