La vía de la prisión

Hace tiempo escuché una conferencia a Jesús Gómez Alonso cuando trabajaba en el CREA sobre convivencia y conflictos que me llamó mucho la atención porque venía a decir que el sistema educativo actual preparaba a un buen número de alumnos para ir a la prisión en vez de para ir a la Universidad. Es lo que llaman en Estados Unidos, «la vía de la prisión».

La cuestión es que el sistema educativo actual, inmerso en un marasmo de reformas y contra reformas que no atacan su estructura, es un sistema que segrega y excluye a las minorías presentes en el mismo. Si bien es cierto que la presencia de una alta diversidad del alumnado en los centros provoca graves problemas, no lo es menos que las medidas que se han tomado para atender esa diversidad son parciales y no apuntan a aspectos centrales del sistema educativo: currículo, organización de espacios y tiempos, autonomía de los centros para gestionar recursos humanos, etc.

En general, el sistema educativo ha respondido en los últimos años con medidas segregadoras para dar respuesta a los conflictos que plantea la escolarización universal y obligatoria hasta los 16 años, de una parte y a la incorporación de las minorías, por otra. Medidas como la adaptación curricular, los apoyos casi siempre fuera del aula, los grupos excluyentes y homogéneos y el modelo disciplinar como único referente de construcción de la convivencia han propiciado una cultura que legitima el fracaso de un porcentaje de alumnado muy relevante, un fracaso asumido de antemano que anticipa un futuro muy oscuro que se visualiza en la prisión. El conjunto de medidas hacen que los alumnos pertenecientes al grupo de minorías o con problemas de adaptación escolar, pasen por el sistema educativo con bajas expectativas académicas y personales, estén permanentemente sujetos a expedientes disciplinarios, no encuentren razones para estudiar nada y sólo están deseando llegar a los dieciséis años para salir del sistema educativo hacia no se sabe muy bien dónde.

Este alumnado tiene un perfil concreto: no han obtenido el Graduado en Secundaria Obligatoria, han sido absentistas durante la Secundaria Obligatoria y cuando iban a clase creaban problemas constantemente. Sus lagunas académicas son enormes, y su autoestima es muy baja. De la droga, ni hablamos. Tienen el dudoso honor de estudiar en un alto porcentaje en los centros educativos periféricos y, fuera del sistema educativo, se encuentran en demasiadas ocasiones en situación de riesgo social.

Creo que muchas de las prácticas del sistema educativo actual contribuyen a estigmatizar a muchos alumnos, creando en ellos una auto imagen de fracaso que ellos retroalimentan constantemente al actuar de forma que sobre ellos sólo recaigan sanciones y no encuentren más beneficio de la estancia en los centros educativos que el de compartir con sus amigos momentos puntuales. Eso de que la Escuela sirve de provecho no va con ellos.

Otro factor fundamental que explica que muchos alumnos del sistema educativo acaben en la vía de la prisión es la falta de un apoyo familiar que pueda hacer de contrapeso en las dificultades del día a día. Encontramos a unas familias que no tienen autoridad sobre sus propios hijos, en las que la presencia de la figura paterna suele estar ausente y la materna excesivamente presente. Además, suele coincidir que las expectativas familiares sobre sus propios hijos son muy bajas por mucho que manifiesten verbalmente lo contrario. Un ambiente familiar que no favorece en una Escuela que no les ayuda.

Así pues, las medidas de exclusión puestas en práctica en la Escuela junto con la culpabilización que de su propia situación hacen los alumnos propician el paradigma de la «vía de la prisión».

Un modelo diferente: la vía de la Universidad

Nadie dijo que ser profesor fuera fácil

Algunas cosas que podemos hacer están en nuestras manos. ¿Por qué no cambiar? Señores, somos profesores, influimos en mucha gente, en adolescentes que dicen que nos odian pero que nos necesitan y nos escuchan. Podemos empezar por cambiar la propia percepción de nuestra figura como profesores, pensando en la importancia de nuestro trabajo, en nuestra tarea educadora y en la capacidad que tenemos para transmitir expectativas positivas. Tenemos que entrar en el Instituto con ganas, con alegría, sabiendo de lo importante de nuestra tarea, con una sonrisa…

Debemos construir un modelo de Escuela que esté basado en la participación real de la comunidad educativa, con una implicación de las familias en la vida diaria de los centros. Es imprescindible transmitir la importancia de la Escuela a las familias que no se la dan incorporando su experiencia, sus intereses.

Por otra parte, en las aulas debemos utilizar las metodologías abiertas que favorezcan el desarrollo de las capacidades de todos, con actividades distintas, grupos heterogéneos y buscar el máximo éxito posible para todos; dar una nueva visión al currículo, eliminando algunas prácticas obsoletas; priorizar el uso de las TIC en todas las áreas, el aprendizaje del inglés como segunda o tercera lengua, desarrollar las capacidades sociales del alumnado… en definitiva, trabajar para que todos vayan a la Unviersidad. Este es el paradigma de «la vía de la Universidad».

En España había en el año 1999 un total de 44.197 presos , de los cuales 36.297, es decir un 82% eran  españoles mientras que  7.900 , un 18%, eran extranjeros. En el año 2007, último año con estadísticas del Instituto Nacional de Estadística de España, la cifra total de presos era de 67.100 de los cuales, españoles eran un total de 44.123, un 65% frente a un total de 22.977 presos extranjeros, un 35%.

Consideraciones aparte, las cifras totales de personas presas, tanto españoles como extranjeros dan que pensar. ¿Tendrá algo que ver en esto el sistema educativo? Yo pienso que sí, sin duda. Es más barato para un país invertir en Educación que en hacer prisiones, es más justo para la sociedad y es un modelo deseable. Al menos es al que me apunto.

Contribuciones académicas de Jesús Gómez Alonso (pato), excelente persona y profesional.

In memoriam.

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7 comentarios en «La vía de la prisión»

  1. Gracias por la reflexión. Apunto dos cuestiones estructurales. No digo que se puedan hacer, me refiero a que incidirían también en los males del sistema: el papel segregador de la concertada, con la creación de guetos en la escuela pública (favorecida por políticos y elegida por muchos padres) y la falta de un itinerario profesional mediante el que se pueda titular en la ESO, que motivaría a los no motivados académicamente. Este modelo es mas anglosajón que latino; es decir, es más barato un lápiz y un cuaderno y cuarenta copiando apuntes que un taller.

    1. Camilo apuntas problemas estructurales de la Escuela en España. Creo que la enseñanza concertada cumple una función aunque debiera estar regida de otra forma. Si se nutre de dinero público que el acceso sea público, la gestión como en los centros públicos y la admisión de alumnado como en los centros públicos. Lamentablemente no es así pero eso no excluye el fondo del asunto: el la Escuela pública, sobre todo, fabricamos presos.
      En cuanto a las salidas de la ESO y los itinerarios para los desmotivados creo que el currículo debería ser más flexible, trabajando por ámbitos con una buena dósis de enseñanza práctica enfocada hacia la adquisición de competencias y no a la memorización de saberes casi de forma exclusiva.
      En todo caso, gracias por tus aportaciones.

  2. Totalmente de acuerdo con lo que apuntas. Tristemente, muchos profesores comparten esa visión de los alumnos: si son de familia X en centro X y «la lían» acabarán en la prisión, por tanto se preocupan por salvar a los mejores de esas clases (los que «sí quieren») y el resto, pues resignación social.

    La clave es la prevención, porque esos chicos no nacen así, a los 16 ya es muy tarde. Debería haber talleres compensatorios en primaria y desde luego un cambio metológico general. Y en la ESO la clave pasa sobre todo por la tutoría, si hay un enganche personal, un seguimiento, propuestas a medida, trabajo con las familias etc. el alumno puede salir de esa vía estigmatizada, marcada por derivaciones progresivas a programas menos exigentes y académicos que con la excusa de lo laboral y sus presuntos intereses los preparan solamente para la prisión como comentas,

    Una imagen poderosa, ésta de las dos vías

    1. Cada día estoy más convencido del papel educador del profesorado y de la influencia de las personas sobre las personas. En «Mal de Escuela» Daniel Pennac reflexiona sobre ello a partir de su propia experiencia. Si nos ponemos en el papel de meros transmisores de contenidos abandonamos buena parte de nuestra capacidad de influencia en los alumnos y de poder contrarrestar sus problemas de origen.
      Creo que algunos alumnos, desgraciadamente, acabarán en las prisiones; el problema es que tenemos un fracaso escolar oficial de un 30% y aquí no pasa nada. Bueno, sí, la administración educativa nos fríe cada día más a burocracia que nos hace perder el tiempo y nos desgasta de nuestro trabajo. Una pena.

  3. Apuntas tú mismo una de las claves de este problema: el absentismo. Por mucho que digan, las administraciones no están poniendo medios para luchar contra el absentismo de manera seria. De vez en cuando asustan con multas y todo eso, pero más de cara a la galería que otra cosa. En mi comunidad, cuando los servicios sociales aprietan las tuercas, es la propia consellería de educación la que relativiza la presión. De este modo, es normal encontrar en mi centro alumnos que vienen dos o tres días al mes, o al año, sin que pase nada, con el beneplácito de la inspección. Incluso los docentes agradecen que se haga la vista gorda, pues un alumno que viene a molestar, más vale que no venga.
    Sin una escolarización regular es imposible alcanzar una educación básica. Y sin ella, el camino al fracaso como persona es casi un hecho. Que no se nos olvide.

    1. El absentismo es un problema con dos caras, como bien dices. Faltan los alumnos problemáticos y por eso mismo dejamos que sigan faltando. Evidentemente, las familias de estos alumnos no son capaces de revertir la situación y la administración tiene un sinfín de mecanismos reguladores del problema: comisión de absentismo escolar, municipal, autonómica… pero el asunto, como hemos analizado tantas veces, es que los centros necesitan de un giro radical en la concepción del trabajo educativo, de los medios humanos -especialmente- y materiales y del apoyo decisivo de la administración.
      Frente a eso, encontramos voluntarismo de algunos profesores, ausencia de medios materiales y humanos acordes a las necesidades y un aumento cada vez más preocupante de la BURROCRACIA que nos consume malgastando energías es aspectos inútiles.
      En vez de hacer planes de prevención del absentismo prefiero un buen trabajador social y educadores de calle en el centro educativo. Pero eso cuesta dinero.

  4. Totalmente de acuerdo con el texto y los comentarios. Ser profesor se está convirtiendo en una profesión de alto riesgo, ya no sólo psicológico, sino físico en demasiados casos. Las sucesivas leyes educativas y sus nefastos parches no hacen sino empeorar la situación. Nadie nos escucha, pero sólo nosotros sabemos cuál es la raíz del problema y las soluciones, que pasan, desde luego, por una mayor inversión en educación. Y en vez de eso recortan cada vez más los presupuestos, eliminan los Centros de Profesores, reducen el profesorado de Compensatoria y Orientación, nos marean con papeles y más papeles (lo último: una estadística sobre hijos de padres divorciados, órdenes de alejamiento y otras lindezas) y nos obligan a aplicar pruebas absurdas en lugar de dejarnos dar las clases según nuestro criterio, que raramente está equivocado. Nos limitan el trato personalizado y humano porque es lo más delicado y lo que más problemas conlleva, pero también es, paradójicamente, lo más demandado por padres y alumnos, perdidos y desorientados y cada vez más desatendidos. Sabemos escuchar, dar soluciones, comprender, porque ante todo tratamos con personas y sabemos que la formación es cuando menos tan importante como la instrucción. Y a pesar de tener tanto en contra seguimos acudiendo a nuestros centros con el convencimiento de que somos cada vez más necesarios. ¿Lo sabrán también los que mueven los hilos desde los despachos?
    Un saludo.

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