XII CIO: profesores que salvan

Tomo el testigo de Maribel para convocar un nuevo Claustro Ideal Oficial (y ya es el duodécimo) con la responsabilidad que otorga tal circunstancia y buscando, como siempre, que nos aportemos luz en el tema que voy a presentar: los profesores que salvan.

Hace unas semanas en La 2 de TVE vi una entrevista que hicieron a Daniel Pennac a propósito de su libro Mal de Escuela y me gustó tanto que me acabé comprando el libro. Su lectura me da pie para convocar en este CIO las siguientes reflexiones y algunas preguntas.

¿Qué ocurre con los chicos que molestan? ¿Debemos echarlos del sistema educativo lo antes posible? ¿Debemos articular colchones que amortigüen su presencia en las aulas? ¿Debemos crear profesionales específicos que se ocupen de ellos?

Hace años que los chicos malotes están en los centros haciendo lo único que saben para llamar nuestra atención: molestar. Detrás de sus problemas a veces encontramos problemática familiar, desarraigo, situaciones sociales extremas… pero no siempre es así. Estos chicos y chicas tienen, ante todo, una autoestima muy baja y una sensación de fracaso permanente en todos los proyectos que llevan a cabo. Son los últimos en clase y sólo destacan porque se pasan media vida castigados en los centros. Aprenden poco en clase y mucho de la vida, no siempre bueno. Algunos profesores piensan que son irrecuperables.

En todo caso, ¿qué hace que esos chicos no acaben mal? ¿qué hace que esos chicos y chicas  tengan alguna oportunidad de seguir por un camino más fácil?

Hace años escuché en una conferencia que en la Escuela debíamos elegir entre la vía de Harvard y la vía de la prisión. La primera es una vía que se propone el éxito para todos tomando medidas al respecto. La segunda es la vía que lleva a que los chicos y chicas que «fracasan» acaben en instituciones penitenciarias y no cómo funcionarios. Las prácticas educativas de la Escuela hacen que cada año miles de chicos y chicas dejen el sistema educativo sin esperanza; muchos de los que abandonen prematuramente el sistema educativo o lo hacen ya por agotamiento no están preparados para afrontar los retos de nuestra sociedad.

Algunos chicos y chicas malotes salen adelante porque algún profesor se preocupa por ellos, se acerca a ellos como personas, les da confianza y proyecta en ellos algo diferente al pesimismo. Son profesores que dan el primer paso acercándose sin esperar a que los malotes hagan nada. No hacen milagros sólo buscan a la persona que hay debajo del personaje, conectan con los sentimientos que subyacen a las gamberradas y les enseñan. Porque sin ese acercamiento no hay enseñanza posible, sin romper esa barrera, sólo encontramos al personaje; sin conectar con la persona, sólo hay dos roles que se enfrentan.

Hay profesores, pocos, que salvan vidas.

Mis preguntas /reflexiones para los miembros del CIO serían:

  1. ¿En nuestra práctica profesional trabajamos con alumnos o personas?
  2. ¿Tenemos en cuenta a la hora de dar clase a los alumnos que tenemos delante, con sus expectativas, sus miedos, sus problemas? ¿Es posible llegar a conocer a nuestros alumnos tal y como está estructurado el sistema educativo? ¿Es necesario? ¿Tenemos que dejar esa parte del trabajo a a figura del tutor? ¿A la del orientador, quizás?
  3. ¿Hemos tenido experiencias con malotes?  ¿Nos cuesta llegar a ellos? ¿Nos relacionamos desde nuestras figuras de profesor, maestro, jefe de estudios, director, orientador…? ¿Nos relacionamos a través de las normas de convivencia?
  4. Una Escuela comprensiva como la nuestra acoge una gran diversidad de alumnado. ¿Tienen que existir profesores especiales para estos chicos que molestan? ¿Tenemos que articular programas específicos para ellos? ¿Tenemos que buscar instituciones apropiadas para ellos?
  5. ¿Cómo debemos actuar los profesores para que se pierdan el menor número posible de alumnos?
  6. ¿Estamos formados para saber descubrir a las personas que hay debajo de los personajes que interpretan esos alumnos y alumnas difíciles? ¿Sería importante afrontar ese aspecto de nuestro trabajo?

Con el ánimo de encontrar luz a estas cuestiones, queda convocado el Claustro Ideal Oficial que estará abierto durante las próximas semanas.

Imagen: FlickrCC

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40 comentarios en «XII CIO: profesores que salvan»

  1. Ante todo, mis saludos y mi alegría al aparecer por aquí.
    Luego, mi digresión (¿qué sería de un claustro sin ellas?):

    Mi padre era perito agrícola. Trabajaba con distintos agricultores y terrenos. En las bonitas fotos cambiantes de cabecera que nos muestras, he visto los volcanes de Lanzarote. Parece impensable que allí, en terreno volcánico, se cultive la vid, la cebolla, o la sandía. Pero es así. Los agricultores de allá, entre el año 1730 y 1736 vieron como la lava enterraba la cuarta parte de la isla. Debieron olvidar lo aprendido y buscar nuevas maneras de obtener algo de aquella tierra desértica. Abrieron huecos a golpes entre la lava dura, los rellenaron con tierra fértil de otros lugares y la taparon con el picón, la ceniza negra del volcán. Habían descubierto que el picón protegía del viento y absorbía la humedad. Las plantas florecieron. Durante años ese vino mágico de Lanzarote, la malvasía, atrajo a navegantes de todo el mundo.

    A veces creo que la Agricultura y la Educación se parecen. Mucho.

  2. Desde luego, Pedro, esa práctica agrícola demostró que es posible sacar de dónde no hay, muy en contra del dicho popular. Ahora bien, parece que hicieron falta unos cuantos años y una erupción (o varias) por medio para que se dieran cuenta de que era posible sacar lo mejor de esa tierra, en apariencia, agotada y muerta…

  3. Interesantísimo y complejo el tema (los temas) que nos propones, Víctor.

    Me gustaría comenzar haciendo una consideración que creo que normalmente no se tiene en cuenta. A saber, que los temarios y los contenidos que se encuentran los «alumnos» cuando acceden a la educación formal son los propuestos para la clase media. Son contenidos uniformizadores para una determinada clase social. Cuando los chavales de clase trabajadora o de sectores sociales discriminados acceden a los centros se encuentran fuera de juego. En muchos casos el lenguaje y la terminología con la que se encuentran les es incomprensible, se encuentran fuera de juego y seguir el ritmo escolar para ellos supone un suplicio cuando no un imposible. Dicho de otra manera, creo que no se les puede exigir a todos los alumnos que se adapten a unos temarios para los cuales no están preparados. Los centros educativos tienen que adaptase de alguna manera a los entornos y l@s chaval@s con los que tienen que trabajar y no al revés. Y me estoy refiriendo a los primeros ciclos de escolarización.
     
    Sobre la figura de otros profesionales, yo como educador social, qué puedo decir: creo necesaria e imprescindible la incorporación de otros profesionales: educador@s sociales, logopedas, etc. Pero tenemos que tener mucho cuidado en que esta estrategia no sirva para “derivar el problema” de unos profesionales a otros: cosa que se da con demasiada frecuencia. Es necesario incorporar nuevos profesionales, sí, pero los centros, maestr@s y profesor@s también deben cambiar en algo para que entre tod@s podamos conseguir auténticos cambios.
     
    Sobre las experiencias con los malotes. Yo he trabajado básicamente con l@s malotes y he tenido problemas y dificultades (también casos imposibles: lo reconozco) pero con paciencia, implicación y seriedad, en general, acaban funcionando bien. He visto cambios de actitud y de comportamiento en las personas que much@s “profesionales”, con algunas excepciones, no sólo no creían posible sino que además se resistían a dichos cambios. Yo, en general, he tenido más problemas con los “profesionales”, directores o inspectores que con los propios malotes. Considero imprescindible para conseguir cambios exitosos que l@s profesionales sean l@s primer@s en tener una autoexigencia para el cambio. Si l@s profesionales son un@s descreíd@s y no se esfuerzan el cambio es muy difícil.
     
    No quiero ser pesado y extenderme demasiado (pero volveré)
     
    Un saludo

  4. Hola a todos los claustrales y muchas gracias, Victor, por proponer tan interesante tema ¡y tan de actualidad!

    Ya me he perdido los dos últimos CIOs por leer deprISA y posponer la escritura de todo cuanto quería contar (bueno, y por las vacaciones, y por la muerte de mi ordenador,…). En esta ocasión, racionaré mis intervenciones, porque responder a todos las preguntas que formula Victor va a ser mucho 😉

    De momento me quedo con la metáfora agricultura=educación que propone Pedro y la idea de Juan Antonio de adaptar los sistemas educativos a las características particulares del alumnado y de su entorno, abandonando de una vez el enfoque procusteano de la educación.

    Enseñar no debe parecerse a llenar una botella de agua, sino más bien a ayudar a crecer una flor a su manera. Noam Chomsky
    La tarea del educador moderno no es podar la selva, sino regar los desiertos. Clive Staples Lewis

  5. Hola, Victor:
    Sin pertenecer a este claustro tan interesante sólo puedo decir que suscribo cada palabra que has escrito y añado que, tanto en Primaria, como en cualquier nivel educativo, los maestros estamos precisamente para esos alumnos malotes. Los demás ni nos necesitan para aprender ni aprenden, muchas veces, gracias a nosotros, sino a pesar de nosotros.
    Un abrazo:
    Berta

  6. Estoy de acuerdo con Berta, justamente esos alumnos que tienen probelmas en la familia, que parece que pasen de todo, que no son más que fuente de problemas y que manifiestan con su conducta su desacuerdo con la situación que viven, ésos son los nuestros sobre todo, los demás pueden aprender a pesar nuestro, con nosotros o de otros modos.

    La actitud del profesorado es básica: etiquetar a un alumno como malo ya condiciona nuestra manera de relacionarnos con él. Pero estos alumnos dan más trabajo y eso es algo que no suele ser del agrado de muchos profesores-instructores que quieren transmitir su materia y punto, y si puede ser sin muchos extras.

    Todos los que nos dedicamos a educar hemos visto cambios espectaculares, y más en estas edades cuando todo está por hacer. Un solo profesor puede marcar la diferencia, tanto hacia arriba como hacia el hundimiento (o «derivación»).

  7. Fantástico, Víctor.
    Parto de la base de que siempre hay, siempre, siempre, algo que podemos hacer, y que no es tan difícil. Me explico, la inflexibilidad conduce al fracaso más a menudo que la flexibilidad. Es cierto que es complejo hacer flexibles las instituciones, pero también creo que lo es que, en la medida que lo sean las personas que la forman, las instituciones lo serán. Poca gracia me hacen las clasificaciones de alumnos porque inevitablemente conllevan un determinado nivel de expectativas que los profesores nos formamos. Si parto de que el alumno es malo (o malote o como se quiera decir) es muy fácil que le refuerce a él mismo esa idea con la que, además, es muy probable que venga. Podemos desmontar «personajes» que el propio alumnado se crea, darle la vuelta, confiar, decirles lo contrario de lo que hacen. No sé si me explico, pero un «eres genial y vas a ser un maravilloso alumno» cuando se porta regular o mal suele dar buenos resultados, aunque entiendo que cueste hacerlo. Lo mejor es que, además, se disfruta haciéndolo, porque es de justicia.

    ¡Volveré!
    ¡Saludos!

  8. Juan A. Tienes mucha razón en traer a colación el problema de la influencia de la posición o clase social en la propia percepción del valor de la institución escolar. En mi centro, la inmensa mayoría de los alumnos no tienen expectativas altas frente a los estudios, tampoco sus familias. Me refiero a expectativas de que los estudios sirvan de pasaporte para el éxito social futuro. No se ve así. Para la minoría de alumnado con problemas (de adaptación, de rendimiento, de comportamiento…) el IES es simplemente algo que hay que pasar hasta la siguiente etapa de su vida, aunque no se vea ciertamente cuál será.
    Respecto a los profesores y cómo se acercan a los alumnos, como dice Juanjo posteriormente, es un problema de concepto, el propio y el del alumno. De nuevo volvemos al meollo del asunto: etiquetar es malo, esconde a la persona, aflora los prejuicios y determina nuestra intervención.
    Coincido en la necesaria presencia de más profesionales siempre que, como bien dices, no se «carguen» el problema. ¿Cuántas veces no hemos escuchado que los alumnos de integración son del PT o que los inmigrantes son del profe de compensatoria, etcétera, etcétera…?

  9. Berta, el CIO está abierto a todo quien quiera pertenecer, así que bienvenida. Respecto a lo que planteas, no puedo estar más de acuerdo. Sólo un problema, gratifica mucho trabajar con los chavales que te responden. Con los otros, hay que sudar. ¿Estamos dispuestos?

  10. Pitufo y Juanjo. Incidís ambos en el mismo problema con dos vertientes: etiquetar a los alumnos y trabajar en un marco muy cerrado que permite pocas desviaciones.
    Las etiquetas estigmatizan y predisponen. Como Juanjo dice y Pitufo apunta, no podemos hacer nada sin desmontar al personaje, sin desprenderle de su papel y dejando que aflore la persona, que aprende, que se encuentra a sí misma. Puede parecer cursi pero lo veo día a día en mis entrevistas.
    – «Soy hiperactivo, profe»
    – No, eres fulano, y tienes un problema de hiperactividad. Vamos a ver cómo lo afrontamos.

    No hay dos etiquetas iguales porque no hay dos personas iguales. Cada uno desempeña un papel, adaptado socialmente o no. Los chavales que molestan han encontrado como único papel, un papel desadaptado que es muy eficaz: se sienten importantes, se sienten (des)atendidos aunque tengan una muy baja autoestima y un pésimo concepto de sí mismos. Por eso, cuando les dices que son válidos, que tienen algo positivo les desmontas.
    Estos chavales, además, tienen enormes dificultades para ponerse en lugar del otro, les falta empatía (quizás porque nunca la tiene con ellos) y es algo que se debe trabajar en grupo, también, pero sobre todo, haciendo que experimenten que tienen éxito y que son válidos. Y en la Escuela, eso pasa porque aprendan y sientan que tiene sentido su presencia en las aulas.

  11. No he podido reprimirme. No sólo no es un asunto cursi, sino que creo que es un asunto fundamental cuando hablamos de etiquetaje y estigmatización de los chavales.
     
    Víctor nos dice:
     
    Puede parecer cursi pero lo veo día a día en mis entrevistas.
    – “Soy hiperactivo, profe”
    – No, eres fulano, y tienes un problema de hiperactividad. Vamos a ver cómo lo afrontamos.

     
    No soy experto en lingüística pero creo que es un elemento clave comprender, como ha señalado Víctor, que el auténtico estigma está en el verbo y no en el adjetivo. La utilización del verbo ser (soy, eres, es) implica esencia, atributos innatos y, por tanto, la imposibilidad del cambio. No es lo mismo estar tonto que ser tonto, por poner algún ejemplo. Como educadores debemos cuidar nuestro lenguaje y, especialmente, la utilización de verbos atributivos y esencialistas. El estigma tiene siempre una doble dimensión: por una parte es la etiqueta con que alguien es definido y, por otra, es la aceptación por ese alguien de dicha etiqueta.
     
    Salud.

  12. Interesante el debate propuesto. Estoy de acuerdo en que nuestro esfuerzo deben dirigirse a estos alumnos malos que todos tenemos y que, casi siempre nos deseperan. Es dificil, muy dificil esta tarea de ayudar a estos alumnos a que sean capaces de creer en ellos mismos, sobre todo porque a veces, tenemos que hacer una gran esfuerzo en ser nosotros los primeros en tener esa fe, en creer en que el chico es capaz.

    Y tenemos que creer en el chico para poder transmitirselo, contagiarselo, ¿no?

    Pero también están los padres por medio, no podemos olvidarlos. Mi última experiencia ha sido muy triste. Un grupo de chavales han ganado un premio gracias un trabajo que hicieron el curso pasado. El premio consiste en un viaje a Málaga la semana que viene. El grupo que ha ganado es un grupo atípico: no son los mejores de su clale, no tienen unas notas brillantes, a casi todos les ha costado «pasar» a segundo. Para algunos es la primera vez que ganan algo gracias a su trabajo. Por cierto, un buen trabajo. Ayer un padre me puso el grito en el cielo por mi ocurrencia de llevarlos de viaje, su chico no está para esas tonterías, lo que tiene que hacer es ir a clase,… y algunos minutos más de frases semejantes en un tono bastante desagradable.

    Cierto que no es un buen estudiante pero que pena me dá que los padren no valoren el esfuerzo y el logro de su hijo, que no aprovechen esta oportunidad, quizá única, de hacer un refuerzo positivo.

    Hablando con mi alumno lo único que conseguí fue un encoger de hombros y una frase,  hablar con mi padre es una misión imposible, déjelo profe, no pasa nada…

    ¿no pasa nada? :((

  13. Yo me hago muchas preguntas para las que no tengo respuestas. Pero la vida me brinda hechos. Algo hay en la institución escolar que no funciona. Un caso: Tuve un alumno malote donde los haya que dio guerra durante toda su estancia en el instituto. Al cabo de unos años me lo encontré trabajando en una ambulancia de la Cruz Roja. -Pero… tú aquí -le dije sorprendida. Me explicó satisfecho su trayectoria al dejar del instituto y me soltó un reproche. En el instituto no creían en mí; en Cruz Roja, sí. No supe salvarlo, no supimos.

  14. Yalocín pone el dedo en la llaga con la familia. En demasiadas ocasiones la familia es también otro obstáculo para el desarrollo del chaval, para que sienta una confianza en sí mismo. Lamentablemente, no siempre es así.

  15. Lu has dado en la diana. A veces no tenemos respuestas, sólo hechos:
    – No creyeron en mi.
    Es demoledor.
    Demasiadas veces, los profes sólo creemos en las notas, en nuestros apuntes, en el programa y en la burocracia.

  16. Lo primero que quiero decir es gracias, gracias Juanjo por traerme a este Claustro Ideal Oficial que no conocía, y gracias a Victor por convocarlo, me apunto!!
    Estoy leyendo atentamente las aportaciones de todos y estoy feliz de ver que un montón de profes se lo toman en serio, no evaden el problema, y son conscientes de la dificultad de la situación, y de su gigantesca dimensión. Esto está bien, en algo se notará en los centros donde trabajáis, una fuerza positiva.
    Ahora, ¿en que situación nos hallamos los docentes? ¿Qué tengo yo en mi centro? Aulas con 32 o 33 alumnos, algunos grupos con un porcentaje de fracaso exagerado, exceso de trabajo (o yo tengo exceso de trabajo, algunos de mis compañeros no porque lo rehuyen), poca preparación para afrontar algunos temas (o al menos yo me siento poco preparado en ocasiones), legislación que no acompaña (en la ley no se habla de mediación y creo que debería), compañeros que creen que los niños son como piedra, inalterables (si supieran lo que nosotros sabemos sobre las rosas volcánicas, gracias Pedro), y padres que no sé por qué han tenido hijos, la verdad; en fin, desalentador…
    Claro, que también puedo hacer mucho, escuchando atentamente, quitando el soy por el estoy como dice Juan A. pidiendo ayuda a los especialistas (aunque en mi insti nos han reducido las horas de PT a la mitad, viva la pepa!), dándole el protagonismo a los alumnos y trabajando como un descosío.
    Pero la solución debería recaer en TODOS, y , ¿vosotros creeis que a «TODOS» les interesa?
    No sé…

    Me encanta tu blog, compañero.

    yotambiensoyprofesor.blogspot.com

  17. ¡Magnífico, Víctor! ¡Por fin un claustro interesante!

    Tengo muy clara mi respuesta a la 1ª pregunta: yo trabajo con personas. Mis alumnos/as son personas a las que ayudo lo que puedo. Siempre lo intento, la mayoría de las veces no sé si con éxito o no, pero alguna vez sí he contribuido a “salvar a un chico o a una chica, y por esas veces, vale la pena el intentarlo siempre.

    Por supuesto que tenemos que atender a los «malotes» (yo los llamo «entretenidos») pero sin descuidar al resto. Yo no creo que los demás aprendan solos o » a pesar de los profes» yo creo que todos tienen que recibir atención, a veces en el aula y a veces  fuera de ella. Y todos tienen derecho a ser todo lo buenos que pueden llegar a ser. Y esto es lo difícil, atenderlos a todos. Muchas veces me pregunto qué aprenden los espectadores de las situaciones provocadas por los “entretenidos” cuando hay que pararlo todo y son ellos las “estrellas del show”. A mí más de una vez me han dicho “siga seño, no les haga caso”…
     
    Y una cosa es controlarlos en clase, que se porten bien, esto no es difícil si te los ganas, lo peor es conseguir que se pongan a estudiar y a recuperar, a veces cursos y cursos de atraso.

    Para mí la atención pasa por la educación, el respeto y, cuando se puede, el cariño. Estoy un poco cansada de profesores que se quejan de la escasa educación y de la falta de respeto hacia sus personas, cuando son los primeros en entrar en un aula con chulería, superioridad y ejerciendo su cuota de poder.
    Alguno que conozco no sirve ni como mal ejemplo.
     
     
     
     

  18. A vuelta con mis alegorías. Ahora va de industria. A veces olvidamos cuando y para qué se crearon las escuelas. Y cual es el esquema, tipo fábrica, que tan bien ha dibujado el gran Tonucci . Todo un proceso orientado a la clase media y a la Universidad (¿Matan las escuelas la creatividad?).

    No es que sea alumnado «malote», es que no le sirve al sistema. Y desde pequeño el mensaje está claro: «no sirves». Años y años, desde primaria, aconsejando (o desaconsejando), y eso si no son inmigrantes recien llegados a quienes se les dice: «aquí no encajas».

    Trabajar a la contra, animándoles a entrar en el sistema, en un loable esfuerzo, no es más que una anécdota que nos permite alguna vez nuestro sistema educativo, como lo es tratar el sida, frente al viagra, la obesidad o la estética en el sistema sanitario.

    Saludos

  19. Hola a tod@s!
    Lola: lo que sale en tu comentario es lo que algun@s alumn@s llevan escuchando en clase varios años. Yo también me aburriría, me movería, hablaría con el de al lado… con lo que probablemente, acabaran echándome.
    Trabajamos con personas, únicas, cada una con sus características, con sus necesidades y potencialidades. Aquí nos perdemos a veces. Partimos de las carencias, de las etiquetas, y no de las capacidades (sorprendentes en ocasiones) que poseen. Sacar lo mejor de ellos es nuestra tarea, no echarlos del sistema lo antes posible. Tod@s somos capaces de hacerlo. Desde la cercanía, el afecto, la honradez, dejando, como decís, que detrás del personaje aparezca la persona.
    Me alegré cuando escuché a Pennec, porque pudo «salvarse», pero en ocasiones, dejamos ésto al azar. ¿Qué pasa con los que nunca tienen la suerte de encontrar ese «profe salvador»?
    Bueno, volveré.
    Un abrazo
    🙂

  20. @ Un profe cualquiera: dice el proverbio africano que para educar hace falta toda la tribu. Nuestros centros no son tribus, son aglomeraciones como las grandes urbes, donde hay de todo. La diversidad del profesorado es, al menos, como la del alumnado. Es cierto que todos deberíamos comprometernos para que todos los alumnos salgan adelante pero eso no se puede asegurar, me temo.
    El objetivo del CIO es hacernos reflexionar sobre nuestras inmensas capacidades para influir como personas, recuperando la esencia del educador como la persona que guía, que muestra el camino, que apoya… y encuentra en los alumnos esa espita por la que se enciende la mecha de cierta esperanza.

  21. @ Lola: no puedo estar más de acuerdo:
    Para mí la atención pasa por la educación, el respeto y, cuando se puede, el cariño.
    Focalizas en las actitudes del profesorado, de nosotros. Miramos hacia otro lado, ejercemos el autoritarismo, ejercemos la autoridad, generamos un espacio que permita algo más que la pasividad del alumnado…
    Parte de nuestra intervención como profesores pasa por cuidar de forma meticulosa el estado del grupo y conocer a los alumnos que tenemos delante, para, en la medida de lo posible (aún cuando tenemos a muchos en las aulas) poder ejercer de maestros, de educadores, de personas adultas responsables.
    Desde la tutoría esto parece claro, ¿pero el resto de profesores que no son tutores?

  22. @ Pedro Villarrubia. Carlos Lerena hablaba hace muchos años del papel de la Escuela como elemento de exclusión social y, en concreto, de selección social. Evidentemente, en las zonas más desfavorecidas hay más problemática en los centros, más alumnos desmotivados, más cantidad de malotes.
    Si aspiramos a que todos lleguen a la universidad entonces no habría personas que desempeñen otros oficios de menor cualificación.

  23. @ Maribel. Qué buena esta frase:

    Sacar lo mejor de ellos es nuestra tarea, no echarlos del sistema lo antes posible. Tod@s somos capaces de hacerlo. Desde la cercanía, el afecto, la honradez, dejando, como decís, que detrás del personaje aparezca la persona.

  24. Maribel, estoy de acuerdo, es algo demasiado importante como para dejarlo al azar. Por eso hace tiempo que defiendo que la asignación de centros se haga con diferentes criterios. Los médicos con los que tanto nos comparamos a veces asumen como un reto las operaciones complicadas, cuentan orgullosos que han sabido salvar (aquí sí literalmente, Lu) a esa persona y se pelean por ir a los puestos de responsabilidad, donde verán casos, los pacientes más complejos.

    En educación, por contra, predomina el escaqueo y la gente busca los grupos sencillos, aun a costa de echar de las aulas a los «malotes» de los que hablamos (no estos claustrales, pero sí muchos compañeros). Si hubiese bofetadas por ir a los centros más difíciles, si se incentivase de verdad el trabajo como reto y estuviese mejor visto el que logra contactar con ellos (y no es relegado por el supuesto bajo nivel de sus alumnos), las cosas empezarían a moverse.

    Para ver a los alumnos como personas y poder atenderlos en su complejidad, especialmente a los que presentan más problemas o pueden presentarlos, es necesario exigir una reducción de ratio, eso sí está en nuestras manos. Además, es fundamental cuidar la tutoría. que no sea un puro trámite que le toca a uno o a otro.

  25. Maribel: los que no tienen esa suerte, igual tienen otra … o igual no tienen ninguna, no lo sé. Lo que si sé es que a veces, unas pocas veces, conseguimos colocar a alguien en el camino de la superación personal, lo convencemos de que puede, si quiere. Otras muchas veces, no pasa así, y ellos se colocan solos.
    ¿Somos decisivos en la vida de nuestros alumnos? ¿Qué profesores lo han sido en la nuestra? ¿A cuántos recordamos y a cuántos hemos olvidado? ¿Por qué recordamos a los que recordamos?
    Víctor: no creo que sea sólo cuestión de tutoría, no creo que los tutores lo hagan mejor o estén más comprometidos que el resto del profesorado, estaría bien que fuese un compromiso de todo el profesorado el intentar ayudar a todos (entre nosotros también)  y siempre. Pero como no es así, partiendo de la realidad, pues el que quiera sumarse, bienvenido sea, y el que no, pues habrá que convencerlo ¿no?
    Eduideas: tengo claro que hay que empezar por mejorar las condiciones materiales de esa atención, la ratio es una cuestión de lógica elemental, y otras decisiones de los políticos, también, por ejemplo, los recortes de personal. Aquí en Canarias, la Consejería de Educación ha eliminado de un plumazo todas las posibilidades de maniobra de los centros al calcular el nº de profesores necesarios con decimales, de forma que, si nos toca 2,7 profesores de lo que sea, significa que el centro contará con 2 profesores a tiempo completo y otro que compartirá con otro centro, o con dos centros más, en los que completará su horario. Así no hay forma de organizar de nada, ni tutorías afectivas, ni comisiones de convivencia ni nada de nada. Hay problemas hasta para cubrir las horas de guardia. El departamento de Lengua de mi IES tiene 14 horas de lengua impartidas por profesores de otros departamentos, ¿eso no es un horario más? De rebote, no no les pueden poner ni una sola tutoría, y de rebote, tenemos de tutor de un grupo a un profesor que no le imparte al grupo entero sino sólo a los de una optativa. Y suma y sigue.
    ¿Dónde está la autonomía de los centros? Por estos lares, seguro que no.

  26. Eduideas: creo que el tema de la elección de tutores y tutoras es importantísimo. Deberímos asignarlas siempre a los mejores, los más implicados, con más experiencia, los que se sientanbien en el papel, nunca a los que acaban de llegar por imposición (lo he visto en varios centros). Y, acompañarl@s en su tarea, animarlos, formarlos… creo que es una de las funciones más bonitas.
    Un abrazo.

  27. Lola, increíble lo que cuentas pero no único, conozco varios casos de tutores que no imparten clase a sus grupos y que son adjudicados a dedo para completar el horario. Y luego discutimos sobre si el complemento es suficiente o no

  28. Por mi experiencia aquí en Canarias, pero también en Andalucía, esa asignación «ideal» de tutores/as pocas veces se da, Maribel, más bien diría que nunca. Se asigna en función del horario libre, y generalmente recae en el profesorado recién llegado a los centros, que además. probablemente, no suele continuar de un curso para otro. La tutoría implica un trabajo, como atención a padres/madres fuera de horario, reuniones de coordinación, con su alumnado, y burocracia relativa a su grupo, trabajo que no asumirá el resto del profesorado. Para ello cuenta con tres horas semanales y una de tutoría/clase. Su sueldo aquí no varía en relación al de sus compañeros/as no tutores, y sus preocupaciones, según la problemática de sus cursos y el abandono de sus directivas, aumentan. El resto del profesorado se inhibirá con un encogimiento de hombros en la mayoría de los problemas. Además parte de su papel será mediar entre padres, alumnado y profesorado, que ya sabrán ustedes lo que significa.

    Perdonen, pero puesto que en algún momento se ha comparado este debate con la Sanidad, y se habla de profesorado que salva, es necesario dar un punto de realismo al debate:

    ¿Quién salva (de su soledad, abandono, exceso de trabajo…) a las tutoras y tutores?

  29. Hablando de salvar.
    Permitidme que repita un comentario ya publicado en El profesor ¿salva?, un post publicado por Eduideas.

    “El empleo del término «salvar», al menos en los ámbitos de la educación social, me da escalofríos. Al igual que en todo lo «social» estamos sobrados de salvadores. Es necesario que los profesionales tomen conciencia de que la educación, la cultura o la salud son derechos de algunas personas (ciudadanos) y el papel de los profesionales públicos es cumplir la Ley. El que quiera ayudar o salvar a las personas puede hacerlo en los múltiples púlpitos de oenegeses, asociaciones «sin ánimo de lucro» y sectas religiosas que dominan la campiña. Pero los profesionales y funcionarios tienen un encargo social claro y preciso: cumplir con la Ley (educar). Para eso se les paga. La educación es un derecho de la ciudadanía: ni caridad ni asistencialismo.

    Es importante distinguir un uso metafórico del término de la ideología y la tradición que acompañan al mismo en el uso profesional.”

    Yo entiendo que el uso del término “salvar”, en el título de este CIO, tiene un componente básicamente metafórico y no epistemológico.

    Insisto en plantear que mi perspectiva no es la docente sino la de un educador social.

    Un saludo.

  30. @ Lola, Maribel, Pedro. El tema de la elección de los tutores en los grupos es importante pero en demasiadas ocasiones recae en los últimos del departamento. Otras, simplemente sirve para rellenar el horario. Desde el momento en que la función tutorial no está valorada y prestigiada como dice Pedro, el tema se complica.
    Comparto que los tutores tienen una difícil labor, una tarea encomiable que no suele valorarse.
    @ J.A. Pérez. El término de salvar hace referencia al libro de Pennac en el que textualmente habla de que unos pocos profesores le salvaron. Esos profesores eran funcionarios y cumplían la ley, como tantos otros que pasaron por su vida sin prestarle la más mínima atención.
    No se trata de salvar en el sentido religioso o asistencialista  del término, en absoluto, quería poner el foco en que la praxis educativa actual deja de lado muchos chavales, entre otras razones, porque no han tenido nunca a un adulto responsable que se preocupe por ellos. Eso es educar.

  31. Vuelvo a las metáforas y a otro libro, <a href=»http://gabinetedeinformatica.net/wp15/?s=carbonell»><b><i>»una educación para mañana»</i></b></a> de Jaume Carbonell, que copio aquí:
    <i>»Existen coincidencias significativas entre las metáforas de la escuela y de la ciudad: ambas son cada vez más clónicas en vez de apostar por una necesaria y creciente diversidad; más fragmentarias en vez de apostar por la interrelación y la integración; más masificadas y despersonalizadas, en vez de apostar por la intensificación de las relaciones y por los entronos de tamaño reducido; y cada vez más aceleradas y estresantes, en vez de apostar por el tiempo lento y equilibrado.»</i>

    Parece claro, unas escuelas (y ciudades) creadas para clonar, fragmentar los saberes y tiempos, masificadas y con prisas, no parecen los lugares más adecuados para salvar (educar) a las personas.

  32. Pedro, nos traes metáforas interesantes. Permíteme que repita este párrafo: «unas escuelas (y ciudades) creadas para clonar, fragmentar los saberes y tiempos, masificadas y con prisas, no parecen los lugares más adecuados para salvar (educar) a las personas». En este contexto se nos quedan atrás muchos chicos y chicas, que no aceptan sin más ser clonados, repetidos, encasillados. Y nuestra respuesta sigue siendo ésta: castigo, expulsión, apercibimiento, indiferencia, ignorancia….
    Sigo insistiendo: las respuesta no está en manos de unos cuantos, tod@s estamos implicad@s, cada un@ desde su propia parcela de actuación. No estamos aquí para reproducir, nuestra función principal es transformar y acompañar, para que l@s jóvenes puedan llegar a ser ciudadan@s críticos, a los que difícilmente se les pueda clonar, asimilar, o alienar.
    Un abrazo.

  33. ¡Huy, ese párrafo es mío, Maribel, 😉 !
    El asunto es este, actuamos como la medicina: marcadXs como casos excepcionales lXs remitimos a profesionales excepcionales: tutorXs, especialistas, educadorXs sociales, sicólogXs.

    Pero, para mí, ese es el error, estXs alumnXs no son «enfermXs«, son personas, no son «casos», requieren una atención global personalizada, y no a los 12 o 16  años, sino desde que entran en la escuela.

    Por eso estoy de acuerdo en que no puede ser respuesta de unos pocXs, no podemos dejar a la casualidad o el azar que alguien se «salve».

    Deberíamos propiciar (ya sé que es utópico, dejénme soñar) un cambio de sistema que personalice y humanice la educación, que huya del pensamiento único, la especialización exagerada, la masificación y las prisas.

    Mientras tanto, intento responder a Víctor:
    1. Intento trabajar con personas, aunque en los papeles hable de alumnado.
    2. Procuro, dando clase a adultos, apreciar las diferencias, pero el tiempo limitado hace que termine generalizando. Aquí todos somos tutores, pero no todos ejercemos al mismo nivel.
    3. Las tuve, y me hicieron dudar de mi capacidad como docente. No las recuerdo como experiencias positivas, intenté muchas maneras de acercarme y fallé, pero ahora, más viejo, comprendo mejor sus actitudes, aunque sigo dudando de mi capacidad para ayudarles.
    4. Creo que no. Una escuela comprensiva debería contar con profesorado preparado para ello, no para materias específicas, no para la exclusión.
    5. Uff… desde luego, no individualmente, sino en equipo, no desde nuestra «especialidad» sino desde la globalidad, no a última hora y con prisas, sino desde el principio y con tiempo…
    6. Yo no. Y llevo casi 20 años en esto. Al final me funciona mejor la intuición, la atención y la emoción que la formación. ¿Y hay formación para esto, o sólo recetarios?

    Saludos, y disculpen la extensión… ya saben, viernes,… después de una siesta,… Maribel que comenta,… feliz fin de semana, claustrales, 😉

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