El Presidente de la Comunidad de Madrid dijo la semana pasada en la Asamblea de Madrid que el «único problema de malnutricion infantil en la Comunidad de Madrid es la obesidad«. Con esas palabras argumentaba la negativa a la apertura de los comedores escolares en las vacaciones navideñas, una propuesta realizada por la oposición política.
Desconozco los datos oficiales, que obviamente dicen que en Madrid no hay desnutrición, pero sé que en mi instituto damos un almuerzo a una veintena de alumnos, ya desde el curso pasado, y repartimos lotes de productos básicos tres veces al año para familias con graves problemas económicos.
Me consta que no es únicamente mi instituto, que por otra parte no tiene comedor escolar, por lo que sólo podemos facilitar almuerzos de la cafetería o productos envasados. Me consta que determinada clase política vive en las nubes, completamente ajena a la realidad social de los más pobres. No necesitamos datos oficiales para eso.
Hay mucha obesidad en esa clase política
Obesidad en sus gastos sin justificar, en sus sueldos, sus dietas, sus casas y áticos de lujo, en sus viajes, en sus excesos verbales, en sus tramas corruptas, sus vacaciones, sus puertas giratorias, sus trabajos privados, sus sobresueldos, sus comisiones… hay mucha obesidad política mientras que los centros educativos públicos apenas tenemos presupuesto para cubrir gastos, para poder comprar algunos ordenadores al año, pagar la calefacción, la luz y resto de suministros básicos, poco más.
Los cientos de miles de familias con todos sus miembros en paro, las personas que han sido desahuciadas, los parados, los inmigrantes sin asistencia sanitaria, los que se han marchado de España, los que sobreviven de la pensión de los abuelos, los que han vuelto a casa de sus padres, los que no tienen acceso a tratamientos sanitarios por ahorrar costes, los que han cerrado sus negocios, los que no pueden encender la calefacción… entenderán de lo que hablo.
Una comida caliente
Hay mucha desvergüenza y mucha ceguera para ignorar a tantas y tantas familias que lo están pasando tan mal que sus hijos, nuestros alumnos, no pueden comer caliente más que la comida del comedor escolar del Colegio. Lo sabemos quienes estamos en los centros escolares porque nos lo cuentan los padres, los alumnos, sus hermanos… menos las estadísticas oficiales, lo sabemos todo el mundo.
¿Veis por qué tenemos que ponerlos a dieta?